lunes, 15 de noviembre de 2010

Las operaciones secretas que la STASI realizó en Chile

La extinta RDA tuvo puesto un atento ojo sobre Chile varios años antes de que la Unidad Popular llegara al poder en 1970. Según documentos desclasificados el temido órgano del Ministerio de Seguridad Alemán tuvo instalados en Chile dos bases de combate con tecnología soviética y realizó más 30 operaciones en territorio nacional, la mayoría de ellas centradas en sacar del país a importantes figuras políticas como Carlos Altamirano y Luis Corvalán. Todas estas operaciones fueron dirigidas y supervisadas por el hasta ahora desconocido agente secreto que trabajó bajo el nombre clave “Paul Ruschin”.

  • (Este es mi trabajo semestral para el ramo de Investigación Periodística. Los cuatro párrafos resaltados fueron redactados hoy con el fin de poner en práctica el reporteo e investigación por Internet mediante buscadores especializados y obtención de información específica.)


El primero de diciembre de 1967, según consta en los registros desclasificados del BStU, se realizó en el Zentralkomitee (Comité Central) de Berlín Oriental una importante reunión entre Erich Honecker, Jefe de Estado de la RDA, y Erick Mielke su Ministro de Seguridad. La razón para este encuentro radicaba en la noticia que Mielke tenía para su jefe: la agencia secreta correspondiente al ministerio bajo su comando había decidido abrir en un corto plazo cuatro nuevas oficinas permanentes en países de Latinoamérica. Las ciudades que se eligieron fueron Buenos Aires, Sao Paulo, Managua y por último, la que según el documento desclasificado jugaba el rol más importante, sería Santiago de Chile.

La agencia bajo el control de Mielke era la Stasi y operaba como la policía secreta del estado de Erich Honecker. Fue fundada en 1950 y durante sus 40 años de existencia llegó a tener más de 90 mil funcionarios y decenas de miles de informantes. “Su influencia y poder eran tan fuertes que incluso las agencias de seguridad socialistas de países aliados de la RDA se cuidaban de ellos. Agentes cubanos y de la KGB eran constantemente relevados de sus cargos por el temor de haber sido infiltrados”, relata Matthias Liese, historiador y actual funcionario del BStU. “La Stasi no solamente persiguió a disidentes, sino que también se encargó del espionaje y contraespionaje tomando participación en el terrorismo internacional y buscando contactos en países donde veía potencial para ser sus aliados”, afirma. Así, el largo brazo de la Stasi logró envolver todos los ámbitos de la Alemania Oriental, y en la mira de su implacable sistema de vigilancia política también estuvo Chile.


“Se nos ha informado por medio de nuestros agentes en el extranjero que en la conferencia de OLAS, realizada en La Habana entre julio y agosto de 1967, participaron los compañeros chilenos Carlos Altamirano, Clodomiro Almeyda y Volodia Teitelboim, (…) un llamativo protagonismo tuvo por su parte el senador Salvador Allende de quien se dice que será potenciado por toda la izquierda latinoamericana para alcanzar el poder con su conglomerado político. (…) su seguridad en territorio chileno no puede ser garantizada”, dice parte del informe que presentó Mielke a Honecker aquel primero de diciembre de 1967. Estas palabras bastaron para que ambos decidieran poner en marcha el llamado operativo “Sicherheit Allende”, cuyo fin era proteger al entonces senador socialista de posibles atentados en su contra.


Una seguridad deficiente

Entre 1967 y 1969 Salvador Allende estuvo demasiado ocupado estructurando su campaña presidencial para darse cuenta de los primeros movimientos del operativo “Sicherheit Allende” realizados por la Stasi sobre suelo chileno. No había sido fácil para Allende conseguir la postulación como candidato presidencial de la Unidad Popular. Las tres derrotas anteriores pesaban mucho sobre él y no eran pocos los que dudaban seriamente de su llamada vía chilena al socialismo. “A Allende los socialistas, no le tenía nada de confianza. Eran muchos los dirigentes que pensaban que ya había quemado sus cartuchos en las elecciones anteriores, pero fue el Partido Comunista el que lo salvó y el que le dio el apoyo que su propio partido le negaba”, explica Víctor Farías, escritor y experto en la historia de la Unidad Popular. Sobre las primeras operaciones de la Stasi en Chile Farías explica que se basaron en “reconocer territorio, establecer bases de operación y expandir sus redes de contacto en las embajadas”. El fin de esto era reclutar a posibles colaboradores cualificados en la labor de proteger al futuro presidente socialista.

Así, mientras que en agosto de 1969 Salvador Allende recorría países comunistas como Corea del Norte, Vietnam y Laos en busca de apoyo económico para su proyecto de la Unidad Popular, los engranajes del operativo “Sicherheit Allende” comenzaron a rodar. “La seguridad de Allende fue siempre deficiente, él lo sabía. No le importaba mucho ese asunto hasta que pasó lo del atentado al General Schneider”, relata un militante del Partido Comunista que vivió 11 años exiliado en la RDA.

La fuente se refiere al atentado que le costo la vida al General René Schneider el 22 de octubre de 1970 cuando el auto en que viajaba fue bloqueado por cuatro vehículos en la intersección de Martín de Zamora con Américo Vespucio para luego ser alcanzado por tres balazos que le causaron fatales heridas en su brazo derecho, pulmones e hígado.

Por décadas se le atribuyó la responsabilidad intelectual al general retirado Roberto Viaux Marambio y al grupo paramilitar de ideología nacionalista, Patria y Libertad, pero el mes pasado se hizo público un sorprendente hallazgo que comprobaría el involucramiento de la CIA y del gobierno estadounidense en el atentado. El sitio web NixonTapes.org a través de la National Archives and Records Administration sacaron a luz conversaciones grabadas en que el Presidente Richard Nixon y su Secretario de Estado, Henry Kissinger, hablan sobre Chile y bromean sobre un asesinato cometido por la CIA que tiene los mismos detalles que el atentado en contra del General Schneider.

Para Richard Moss, consultor gubernamental en Washington, D.C., colaborador y transcriptor del proyecto NixonTapes.org, la publicación de estas cintas son una pieza fundamental en el esfuerzo de transparentar la verdad con respecto a la responsabilidad de la CIA en este asesinato. “El diálogo entre Kissinger y Nixon es tan evidentemente claro y ya no deja dudas: ellos conocían y ordenaron cada movimiento que la CIA hizo en Chile, y el asesinato de Schneider fue uno de ellos”, afirma con seguridad Moss. En una breve conversación vía correo electrónico el colaborador de NixonTapes.org asegura que gracias a la decodificación y transcripción de las cintas de Nixon esperan “poder transparentar una época de la Guerra Fría que todavía tiene muchos enigmas, sobre todo en un país tan ligado a los secretos de la CIA en la década de los 70 y 80 como lo fue Chile”.

El asesinato del General Schneider tenía como fin crear un ambiente de inestabilidad política, pero lo que más causó fue la exigencia de seguridad por parte de los colaboradores de Allende quienes creían que estaban peleando esta batalla solos. Pero la verdad era que Allende gozaba de la protección de los agentes de la Stasi desde ya nueve meses antes que el atentado le costara la vida al General René Schneider; simplemente no había sido informado. "Entre las conversaciones que hemos desclasificado durante este año hay varias menciones de Kissinger hacia Nixon sobre advertencias que hace con respecto a la seguridad externa que blindaba al presidente Allende", asegura Moss.


Protección presidencial y entrenamiento con armas

Según queda constatado en la ficha 001429 de la carpeta “Sicherheit Allende”, fueron 15 los agentes alemanes enviados a Chile para encargarse de la seguridad del futuro presidente. Entre ellos había también cuatro agentes diplomáticos del bloque europeo oriental de Hungría y Checoslovaquia quienes se movían entre sus respectivas embajadas y dos pequeñas bases de entrenamiento. Una estaba ubicada en Quilpué y la otra a las afueras de Rancagua. Según detallan los archivos desclasificados del BStU aquellas bases servían para el entrenamiento armado que recibieron los encargados de la seguridad de Allende y contaban con alta tecnología soviética. “Estos campamentos eran muy secretos, pocos sabían que existían porque los hacían pasar por cabañas de veraneo y cosas así”, explica un por entonces militante de las Juventudes Socialistas que fue capacitado en el manejo de armas y explosivos tanto en Chile como en Kleinmachnow (Potsdam, Alemania), durante sus nueve años de exilio. “Me acuerdo que los alemanes se presentaban como funcionarios diplomáticos, pero todos acá sabíamos que eran agentes. No les preguntábamos mucho, nosotros sólo íbamos a aprender de ellos cómo protegernos mejor. Según ellos, la lección más valiosa que nos venían a entregar era el compañerismo implacable del socialismo que debía imponerse en todo el mundo”, relata la fuente.

Otro militante socialista que se entrenó en estas bases fue un joven Jorge Dávalos, quien años más tardes se casaría durante su exilio en Potsdam con la futura presidenta de Chile, Michelle Bachelet.


El agente encubierto

Antes de que a fines de octubre de 1973 Allende se viera sobrecogido por la latente amenaza enemiga y accediera en pedir la colaboración de sus compañeros de Alemania Oriental, aquella exigencia ya había sido gestionada por Hermann Axen, canciller de la RDA.

Por lo que consta en la carpeta del BStU bajo el asunto “Relaciones Exteriores: Chile”, Axen tuvo la audacia de preveer con toda confianza que Salvador Allende lograría un triunfo presidencial en septiembre de ese año y, sin dudar de su decisión, puso en marcha un plan que contemplaba resguardar la seguridad de Allende durante su campaña hacia el poder. Todo esto con la cooperación de Erick Mielke, director de la Stasi. La responsabilidad de supervisar este plan y cada movimiento de la Stasi en Chile caería en manos del agente alemán Paul Ruschin.

El más sagaz de la docena de “agentes diplomáticos” destinados en Santiago coordinó cada operación relacionada con la seguridad de Allende y su cómplice más cercano fue Harry Spindler, el propio embajador de la Alemania Oriental en Chile. La Stasi no sólo escribía informes sobre sus enemigos, también lo hacían con sus colaboradores y en el archivo desclasificado de Spindler lo describen como un hombre perfecto para su cargo diplomático debido a “su talento para mezclarse rápidamente en la sociedad chilena y personificar bien el carisma latinoamericano. Gran ayuda para el camarada Spindler es hablar el español como un verdadero chileno y su vasto conocimiento sobre la política local”. Spindler incluso llegó a entablar una gran amistada con el futuro subsecretario de Relaciones Exteriores Alcides Leal y se juntaba frecuentemente a jugar billar con Salvador Allende. Durante estas reuniones discutían con el presidente la mejor manera de mantener en el más bajo perfil las operaciones secretas que realizaba la Stasi en Chile.

Parte del informe del embajador también entrega detalles de cómo se logró un efectivo encubrimiento del agente Paul Ruschin. “El camarada Spindler, que desempeña su trabajo de embajador desde Santiago, ha sumado a sus tareas regulares la coordinación con el trabajo que realiza desde enero de 1970 el enviado diplomático Paul Ruschin. (…) Frente a los recientes inconvenientes que enfrentó nuestro enviado diplomático, el camarada Spindler no ha dudado en rendirle su apoyo como embajador y se ha mostrado efectivo en resolverlos”, detalla el informe de 1971. Los inconvenientes a los que el informe se refiere son los problemas que tuvo Paul Ruschin con autoridades chilenas al intentar relacionársele con la creación de una base naval soviética con aportes alemanes en Colcura.

Pero los momentos más importantes en la carrera de agente encubierto de Paul Ruschin estaban todavía por llegar; su trabajo posterior al Golpe de Estado de septiembre de 1973, lo convertirían en una de las más afamadas figuras clandestinas de la Stasi.


Misión de Rescate “Roberto”

El Golpe de Estado cambió por completo la manera en que operaba la Stasi en Chile. A partir de ese momento comenzó el clandestinaje tanto para los simpatizantes de la Unidad Popular como para los agentes alemanes.

En septiembre de 1973, la mayoría de los agentes de la Stasi que estaban radicados en Santiago lograron escapar hacia Argentina. Sin embargo, cuatro de ellos recibieron un urgente telegrama desde Berlín Oriental: “Realizarán misiones de rescate y se les facilitarán pasaportes falsos. Esperen instrucciones”, decía el mensaje. Paul Ruschin fue uno de los que recibieron el telegrama y comenzó inmediatamente a movilizar al resto de sus compañeros para evacuar a través de embajadas, en barco o por la cordillera a los dirigentes del gobierno de Allende que Erich Honecker creía más importantes.

El Secretario General del PS, Carlos Altamirano, quien en el lapso de tres meses recorrió distintos escondites por toda la capital y se camufló tiñéndose el pelo de un color rubio fue uno de los beneficiados por la ayuda de Paul Ruschin. Inmediatamente después del 11 de septiembre, Honecker ordenó a Ruschin la operación de rescate “Roberto”, que aludía a la “chapa” de Altamirano. Dentro de la decena de mensajes que recibió Ruschin en las semanas posteriores al Golpe de Estado de parte del jerarca de la RDA, estuvo uno que decía “… y de paso, deben rescatar a mi yerno”, refiriéndose al ciudadano chileno, Leopoldo Yáñez, quien estaba casado con su hija Sonja. Así, a fines de diciembre Altamirano logró aterrizar sano y salvo en Cuba, para luego trasladarse a la RDA, gracias al operativo que desarrolló Ruschin y que significó cruzar la Cordillera de los Andes oculto en la parte subyacente del maletero de un auto y salir desde Buenos Aires con un pasaporte falso facilitado por agentes de la Stasi.

El recibimiento de Altamirano en la Alemania Oriental, sin embargo, dejó mucho que desear. “Su actitud fue considerada elitista y confundió por completo a las autoridades alemanas, quienes lo ficharon como un hombre extraño, superficial, errante y propenso a una propaganda anticomunista”, explica Roberto Welzel, actual funcionario del BStU y experto en historia de la RDA. “Incluso se llegó a convertir en un secreto a voces que una parte disidente de la directiva de la RDA llegó a considerar una pérdida de tiempo el esfuerzo del agente Paul Ruschin al rescatarlo”, relata Welzel.

Ruschin por su parte disfrutó de un enorme reconocimiento en la RDA, en donde nunca fue revelada públicamente su verdadera identidad. No obstante, en el barrio de Lichtenberg, ubicado en lo que alguna vez fue el corazón de Berlín Oriental, existe un bar que aún conserva la esencia de todo lo que fue la RDA como sociedad. En una pequeña y oscura esquina de aquel demacrado local se puede en
contrar enmarcado en la pared una réplica de un diploma a nombre de Paul Ruschin “en reconocimiento a su trabajo realizado para el país más bello del mundo”, seguido de su último número de IM, identificación que tenía cada informante.
No es necesario corroborar esta información con los archivos desclasificados por el BStU para averiguar la identidad del afamado agente de la Alemania Oriental. El dueño del bar, un nostálgi
co hombre de 71 años, ferviente seguidor del Partido Socialista Unitario de Alemania, le quita el suspenso a esta historia; “ese diploma se le otorgó a Wilhelm Jänicke, nacido y fallecido en Prenzlauer Berg, acá en la RDA. Para mi, Wilhelm Jänicke -alias Paul-, fue un héroe del Vaterland,” afirma con orgullo el hombre.

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